sábado, 1 de octubre de 2011

Octubre

Cae hoy del árbol de la espera la última hoja, siete letras iluminan de urea luz el calendario de una ciudad que guardará con recelo para la historia cada uno de sus 31 días. La gloria esta a tan solo un paso, vislumbrándose en el horizonte días grandes a los pies de la que es Señora y Madre de este Valle celestial.

La cuentas del Santo Rosario consagran ocasos y auroras en este tiempo de ensueño, dichosa casualidad que Dios obra en esta tierra pues en días de mariana oración, esa por la que se detuvo el horror pretérito en una noche de estío, será ofrecido el mayor tributo de la Fe sincera a la maternal mediadora que cobija bajo su milagroso manto las almas de sus leales hijos. En incomparable marco una fecha señalada, esperada y deseada acelera el pulso y la impaciencia de una ciudad que espera ver coronada a su Reina por favores concedidos, por las gracias derramadas, por incontables milagros a la luz de una mirada que es senda hacia eterna morada.

Antes de que llegué el día, antes de que sea la hora siete tardes de Avemarías cual siete años de impaciencia, los que aguardan calles y plazas para sentir tu presencia en la amanecida última de dominical gloriosa. Un cofre rojizo de antiguos bordados irá guardando las plegarias al amparo de un lienzo inmaculado, de un rosa sin espinas, para en la eucarística víspera ofrecerlas a su amparo junto a oraciones agradecidas.

Un último suspiro, el sueño se esta acabando, la realidad impera. Generaciones enteras en tu corona se encuentran, pues es tu corona La Palma perpetua que en este mes que comienza se dispone a proclamar tu realeza. Ha llegado para no marcharse nunca este mes de la memoria, ante el se postra la historia en la que quedarán por siempre sus siete letras de oro, seas bienaventurado añorado Octubre.

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